Monday, May 9, 2011

"SIGNIFICADO DE CARNAVAL"

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Carnavales Dominicanos:

La palabra carnaval proviene del termino italiano "carnavale", cuyo antecedente se remonta a las voces latinas "Carocarnis" que significa "el tiempo que se da adiós a la carne". Dado que el Carnaval precede a la Cuaresma, también la palabra carnaval se asocia a las voces latinas "Caro" y "Levamen" que significaría acción de quitar "levare" o "Levamen" desahogo de la carne. De estas raíces se derivó originalmente Carnelevamen, evolucionando luego a Carneleval hasta su designación última Carnaval, o carnestolendas (de "caro" carne y "tollere" que se ha de quitar).

Las fiestas de carnaval son anteriores a nuestra Era Cristiana, son de origen netamente pagano, al igual que otras muchas fiestas y costumbres que se introdujeron al cristianismo, como es el caso de las antiguas fiestas del Imperio Romano Bacanales, saturnales y Lupercales que guardaban cierto trasfondo religioso. El carnaval desde sus orígenes tuvo como factor común "la locura humana" expresada entre otras cosas por medio de disfraces y extravagancias, las cuales degeneraron en el desenfreno moral, desorden civil y sarcasmo.

En el caso particular de la península ibérica, como posesión Romana, se celebraban mascaradas, siendo aceptadas tras la caída del Imperio Romano por los Godos y más luego por los Árabes durante sus casi cinco siglos de dominación. Tras la expulsión de los Moros de España, para ser más precisos en el año de 1523, existió una ley emitida por Carlos I y Dona Juana en la que se aprobaba formalmente estas prácticas sin lugar a dudas permeadas al Nuevo Mundo durante la colonización española.

En nuestra porción isleña con el correr de los tiempos y no existir por varios siglos eficientes vías y mecanismos de transporte, cuando un viaje de Santiago a Santo Domingo implicaba varios días de transporte a caballo durmiendo a la intemperie víctimas de las inclemencias del tiempo, es evidente que existió un aislamiento que a nuestro entender fue favoreciendo que cada pueblo y región fuera desarrollando pautas típicas y marcadas que les diferenciaban en si de otras regiones a lo que no se escapó el carnaval tan peculiarizado y distinguible dentro de nuestro contexto nacional.

Los de Santo Domingo, La Vega, Santiago y Monte cristi están entre los famosos. Con sus diferentes personajes, que retratan su identidad y cultura, Bonao, San Francisco de Macorís, Santiago y Moca se integran cada año a la celebración del carnaval.

Es una de las manifestaciones más espontáneas de la sociedad dominicana, hoy en día convertida en producto de mezclas criollizadas y enriquecidas con valores propios.
En él, la dualidad marca todo: episodios tristes de la historia celebrados con alegría y bailes; el renacimiento frente a la muerte, el llamado a la fertilidad para un suelo agreste y la euforia como escape a la represión.

Se trata del carnaval dominicano, una celebración que paradójicamente ha calado más que la misma independencia nacional en la mente colectiva. Esa misma dualidad permanece hoy tras más de cinco siglos del encuentro de dos mundos, ‘‘se han mantenido estas dos dimensiones: una expresada por la presencia popular en las calles y otra por los bailes en los clubes sociales o en lujosos hoteles, tan radicalmente distanciados como ayer’’, citando al sociólogo y folclorista Dagoberto Tejada en uno de sus artículos de Última Hora en 1997. Las 30 provincias y los 115 municipios de República Dominicana tienen manifestaciones de carnaval. Muchas de ellas no se realizan en febrero, sino en otra época del año y con otro sentido. Por ejemplo, a finales de Semana Santa, en muchas comunidades del Sur se celebra la llegada de la primavera, solapada para la mayoría, pero muy viva en sus comunidades, algunas de las cuales queman las caretas y las incendian para dispersar luego sus cenizas en la tierra.

Más de 100 municipios del país celebran su carnaval. Existen manifestaciones folclóricas que se producen fuera de febrero, al final de Semana Santa y también para la fecha de la Restauración. Estas celebraciones se agrupan dentro del carnaval, pues tienen características similares en cuanto a la forma de celebración con disfraces, son organizados por un grupo de personas y cada una de estas manifestaciones tiene sus personajes y sus ceremonias.
Las Cachúas de Cabral, los Diablos Cojuelos de Santo Domingo, La Vega y Bonao, los Guloyas de San Pedro de Macorís, los Papeluses de Cotuí y los Toros y Civiles de Monte Cristi, los Lechones de Santiago y los Taimácaros de Puerto Plata, son sólo algunos de los personajes característicos por localidad.

La verdadera identidad dominicana es la de las masas, la de la mayoría que disfruta y participa de lo que considera suyo, sin prejuicios. Y la razón de ser del carnaval no es sólo incomprendida por los que no se involucran en ella. La misma tradición en medio de la que crecen muchos de los mismos carnavaleros les permite expresar las emociones y el sentido que justifican su dedicación a esta fiesta, pero no siempre la connotación histórica y sociocultural que hay en su trasfondo.

El carnaval llega a la isla con la colonización española, cuya expresión sigue siendo común en muchos lugares de Europa. Según fichas informativas del Instituto Dominicano del Folklore existía desde antes de 1520 y la llegada de los esclavos africanos enriqueció extraordinariamente estas celebraciones con música, canto, danza y capacidad creativa.
La ética cristiana de la época colonial estaba ‘‘acomodada a las esencias de un sistema monárquico, cruel y explotador en nombre de la paz, el amor y la justicia’’, según publica Dagoberto Tejada. Esta condición ‘‘se convertía en un obstáculo para una nueva visión del mundo, llena de progreso’’ por lo que ‘‘las festividades religiosas, sociales, culturales y patrióticas fueron grandes pretextos para crear catarsis sociales, necesarias en un ambiente asfixiante. Detrás de un disfraz la gente podía presentarse como realmente era o quería ser’’. Existían entonces dos dimensiones: una se expresaba en los clubes sociales o lujosos hoteles y otra en las calles. Hoy estas festividades siguen tan distanciadas como ayer.

Santo Domingo

El carnaval popular en Santo Domingo tenía su centro a mediados de siglo en el Parque Enriquillo, donde se reunían comparsas de Villa Mella, Sabana Perdida, Los Mina, Mendoza y Mandinga, así como de los solares del Almirante y Aguacate, donde vivían muchos negros de Curazao que ‘‘acompañándose de acordeón y güira, vociferaban hasta altas horas de la noche’’.

De los barrios de la Capital, definidos por Marcio Veloz Maggiolo como ‘‘factor fundamental de identidades urbanas y suburbanas’’, surgen los personajes de comparsas Se me muere Rebeca, Califé, Los Indios, Los Alí Ba-Bá (adoptados hoy en otras comunidades del país, como se vio recientemente en el carnaval de Santiago), Robalagallina, Los Waikiki, Los Africanos, etcétera, que se enriquecieron con los Diablos Cojuelos.

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Articulo Original hecho por: www.escritoresdominicanos.com